Análisis

Llegamos a tierra prometida (el segundo semestre), ¿qué sigue?

Tras los importantes cambios implementados, el gobierno “pidió paciencia”, bajo la promesa de que la economía comenzaría a dar buenas noticias en el segundo semestre, con cifras de inflación muy inferiores al promedio de la primera mitad del año, y una actividad mostrando “brotes verdes”. Pero, ¿es esto posible? Nuestro escenario base continúa apuntando en esa dirección.

¿De dónde partimos?

El gobierno actual inició su gestión con una pesada herencia:

  • Una economía estancada, excesivamente dependiente del consumo, y enemiga de las inversiones y las exportaciones

  • Importantes desequilibrios macroeconómicos (fiscal, monetario y externo, con una elevada inflación y una fuerte distorsión de precios relativos)

  • Un Estado excesivamente grande y proclive a las intervenciones discrecionales.

  • Un contexto externo que tracciona poco la demanda, principalmente por la crisis que atraviesa Brasil, pero también producto de precios de commodities más bajos, un dólar apreciándose en el mundo y volatilidad en los mercados financieros internacionales.

¿Qué sucedió en estos 6 meses?

Macri dio un giro de 180 grados en materia de política económica, con el objetivo de corregir los desbalances existentes y recuperar el crecimiento con la inversión y las exportaciones como principales impulsores. Los principales ejes de este plan, hasta ahora, fueron:

  • La eliminación del cepo cambiario junto a la instauración de un régimen de flotación administrada

  • El arreglo con los holdouts y la recuperación del acceso al crédito externo.

  • La corrección de precios relativos: suba de las tarifas de los servicios públicos y del tipo de cambio.

  • La quita o reducción de las retenciones a las exportaciones y las restricciones que regían sobre las ventas externas.

  • La implementación de un régimen de metas fiscales e inflacionarias.


¿Qué resultados se obtuvieron?

POSITIVOS: Las medidas adoptadas se tradujeron, sin lugar a dudas, en una mejora en el clima de negocios y una reducción de la incertidumbre macroeconómica.

NEGATIVOS: Como era esperable, y producto del ajuste de precios relativos, la actividad agravó su sesgo negativo y la inflación se aceleró.


¿Es posible una mejora en el segundo semestre? ¿Qué se prevé para 2017?

Tras los importantes cambios implementados, el gobierno “pidió paciencia”, bajo la promesa de que la economía comenzaría a dar buenas noticias en el segundo semestre, con cifras de inflación muy inferiores al promedio de la primera mitad del año, y una actividad mostrando “brotes verdes”. Pero, ¿es esto posible? Nuestro escenario base continúa apuntando en esa dirección.

Esto quiere decir que, por un lado, la inflación debería desacelerarse sustancialmente en los próximos meses, convergiendo a tasas mensuales promedio en torno al 1,5%, luego de alcanzar picos superiores al 4,0% en mayo y junio pasados. Esto permitiría que el ritmo de avance promedio de los precios cierre el año en 35%, tras el máximo de 42,0% interanual registrado el mes pasado. Obviamente, para que esto suceda dos cuestiones serán fundamentales:

  • Que no haya nuevos incrementos de tarifas, lo estaría prácticamente asegurado, no porque ya esté terminada la corrección de este precio relativo sino por el elevado costo político asociado a la medida

  • Que el peso no vuelva a depreciarse significativamente y por un tiempo prolongado, escenario que también aparece como más probable, aunque con mayor riesgo tras el fenómeno Brexit.


Mientras tanto, en materia de actividad el trimestre que acaba de terminar habría sido el peor, con una baja del PIB de 2,8% interanual. Así, el próximo cuarto debería marcar un piso, con la presencia de algunos “brotes verdes” sobre el cierre del año (prevemos un avance de +1,2% interanual en el último trimestre). Por el lado sectorial, las ramas que más traccionarán y más rápido serán el agro y la construcción. El primero, impulsado por la importante transferencia de ingresos que generó la depreciación y eliminación/reducción de las retenciones, y el segundo gracias a la aceleración de la obra pública, pero también de la construcción privada. Desde la demanda, la inversión debería liderar la expansión, dado el plan de infraestructura que está poniendo en marcha el gobierno, las múltiples oportunidades que ofrece Argentina para la inversión privada, y la mejora en las condiciones para hacer negocios. Pero el consumo también ayudará, a partir del incremento de los ingresos salariales (la mayoría de los acuerdos fueron escalonados), una menor tasa de inflación, tasas de interés más bajas, y una política fiscal más expansiva (por ejemplo, comenzarán a pagarse los juicios a los jubilados).

Mientras tanto, para 2017 es posible ser más optimistas. De acuerdo a nuestros pronósticos, el PIB lograría un avance de 4,2%, mientras que la inflación podría cerrar algo por debajo de 20% anual. Los “brotes verdes” se harán más claros, de la mano de un mayor impulso de la infraestructura y el agro, y de cierto aporte del gasto público, que agudizará su “modo electoral” con el objetivo de mejorar su posición legislativa en las elecciones de medio término. Mientras tanto, el ingreso de inversiones y financiamiento externo mantendrían el dólar tranquilo, permitiendo cierta apreciación real que sostendrá el consumo.

Finalmente, las perspectivas para los últimos dos años del gobierno de Mauricio Macri dependerán en buena medida de qué suceda el año próximo. Por un lado, el resultado de las legislativas será clave para determinar el apoyo político con que se contará en la segunda mitad del mandato para continuar avanzando con las reformas. Mientras que también será importante cómo el oficialismo balancee el objetivo electoral con el de seguir llevando a cabo cambios para darle sostenibilidad al crecimiento. El riesgo que la política prime demasiado sobre la economía, obligando a implementar nuevas correcciones de magnitud en 2018, y con ello, limitando el crecimiento.