Análisis

Un puente al largo plazo difícil de transitar

Dante Sica Director

El gobierno de Macri avanzó en sus primeros meses de gestión en una agenda de largo plazo con la mirada puesta en modificar estructuralmente el modelo de crecimiento heredado de la administración Kirchner en que el consumo y el gasto público fueron los motores de crecimiento, hacia otro donde lideraran la inversión y las exportaciones.

Con esto en mente, se activó una agenda con eje en mejorar el clima de negocios, promoviendo la estabilidad macroeconómica, el respeto de las instituciones y el impulso de la competitividad vía marcos regulatorios y una infraestructura adecuados.

Pasados diez meses, las mejores resultan indiscutibles. Se eliminó el cepo cambiario, se quitaron las retenciones y los impuestos a las exportaciones, se sacó a la economía del default, se definió una nueva política comercial acorde con los estándares de la OMC, y se delinearon programas para corregir gradualmente el enorme desbalance de las cuentas públicas y una tasa de inflación entre las más altas del mundo.

Pero las dificultades no tardaron en llegar. La inflación se aceleró y la actividad profundizó su recesión, obligando al gobierno a contener a sectores medios y bajos vulnerables con medidas de expansión fiscal. Mientras tanto, la
justicia frenó el incremento de las tarifas de gas, interrumpiendo la necesaria corrección de precios relativos.

Así, aun cuando el largo plazo de la economía argentina pareciera advertirse con claridad, el puente que conduce a ese norte no está resultando sencillo de transitar. Pero este no debería sorprendernos. El gobierno se va a seguir equivocando y dando la impresión de perder el rumbo porque la teoría de cómo hacer un cambio de régimen y estabilizar una economía al mismo tiempo está por escribirse, y porque la herencia recibida es realmente pesada. Lo que resulta indiscutible es que hay que intentarlo.