Análisis

El gradualismo, salida racional para una herencia pesada

Dante Sica Director

En una columna publicada en La Voz del Interior, Dante Sica sostiene que “al gobierno le tocó una tarea formidable. Debe al mismo tiempo hacer dos cosas que ya son difíciles cuando hay que hacerlas por separado: estabilizar la macroeconomía y realizar un cambio de régimen macroeconómico”.

Al gobierno le está resultando bastante trabajoso implementar su agenda de política económica, lo cual no es una buena noticia en un momento en que necesita mostrar que estará en condiciones de mantener la iniciativa cuando el período de “luna de miel” se haya terminado. Lejos van quedando los días en que podía mostrar éxitos rotundos e impactantes como lo fueron la eliminación del cepo o el cierre de la negociación con los holdouts. Lo ocurrido con las tarifas energéticas es el ejemplo paradigmático de lo dificultoso que hoy resulta llevar adelante la agenda de cambio.

Y esto se da en un contexto en que las autoridades han tenido que reconocer de manera explícita que los resultados que esperaban en términos de aumento del nivel de actividad no se están produciendo y que habrá que tener algo de paciencia para empezar a observar los brotes verdes. Lo sucedido recientemente con el fallo de la Corte ha contribuido a abonar la impresión de que corregir los precios para darles más racionalidad microeconómica va a resultar una tarea poco menos que imposible porque la actual gestión no sólo debe lidiar con un Congreso poblado de opositores sino que el Poder Judicial parece estar decidido a aportar lo suyo.

Un hecho que tampoco está ayudando es que en algunos aspectos el gobierno da la impresión de estar corriendo los problemas de atrás y de cambiar de libreto sobre la marcha. Por ejemplo, en el caso de las tarifas el resultado final fue que habrá menos correcciones de las previstas este año. Lo mismo ocurrió en otras dimensiones. Las autoridades quisieran que el pago de los juicios a los jubilados se conciba como la iniciativa de un gobierno que se compromete a respetar las leyes y los contratos. Pero esta lectura se debilitó por el contexto recesivo y quedó la impresión de que la iniciativa obedeció, en realidad, al deseo de que aumente el consumo y tonifique la economía porque la lluvia de inversiones no colmó las expectativas y a falta de inversión...bueno es el consumo. Asimismo, mientras honrar los compromisos con los jubilados es loable, ello va en contra del objetivo oficial de que Macri termine su mandato con un déficit casi inexistente. El incremento del gasto previsional es cierto pero el financiamiento es incierto. Y no es poca plata: es alrededor de un 1,2% del PIB que se agrega para el futuro.

Cuando se interpretan las acciones del gobierno parece lógico pensar que no es que está perdiendo el rumbo sino que los obstáculos son enormes y el contexto es incierto. Pero lo que la actual gestión tiene a favor es que puede explicar cada medida que toma porque está tratando de moverse en la dirección que uno espera utilizando criterios de racionalidad que toman en cuenta no sólo la economía sino también, la política. Por ejemplo, tiene sentido que para dar mayor rentabilidad al campo, hoy se tenga que enfrentar el problema de un mayor déficit y se deba hacer uso del endeudamiento que, por suerte, es una opción disponible. Pero ir más allá en la reforma tributaria podría ser muy arriesgado si el déficit sube excesivamente o si hay que realizar ajustes draconianos del gasto. Y esto es coherente. Después de todo, siempre se dijo que se había optado por el gradualismo.

Un punto central que a veces se pierde de vista es que al gobierno le tocó una tarea formidable. Debe al mismo tiempo hacer dos cosas que ya son difíciles cuando hay que hacerlas por separado: estabilizar la macroeconomía y realizar un cambio de régimen macroeconómico. Hay que estabilizar la macro porque la inflación es alta, existía dominancia fiscal y hubo un shock externo negativo por la pérdida de exportaciones a Brasil y la caída del precio de la soja. Hay que realizar un cambio de régimen económico porque hay que desarticular y refundar una buena parte del marco institucional de la economía. El cepo fue sólo un primer paso. Hay que instaurar un nuevo régimen monetario, hay que reformar la estructura tributaria, había que reinsertarse en los mercados de capital internacionales, hay que reformar las reglas de comercio exterior, hay que... y podemos seguir. Y hay que hacer todo esto minimizando los efectos distributivos porque casi 30% de la población es pobre.

El gobierno se va a seguir equivocando y dando la impresión de perder el rumbo porque la teoría de cómo hacer una cambio de régimen y estabilizar una economía al mismo tiempo está por escribirse. Puede hacer las cosas bien o perder de verdad el rumbo, pero no hay manual. Lo que sí se sabe es que al gradualismo le ha ido mejor que a la terapia de shock. Y si no comparemos la estrategia chilena para bajar la inflación y fundar un régimen de metas de inflación con el shock de imponer la convertibilidad, que parecía maravillosa para bajar la inflación de un día para el otro en nuestro país.

Pero hay un consejo que puede resultar útil en el contexto actual: hay que explicar muy bien lo que se está haciendo, hacia dónde se quiere ir y porqué hubo errores o si los obstáculos son mayores a los esperados. Quizás, si quedara más claro el rumbo, los errores y cambios de corto plazo no harían perder de vista el bosque.