Análisis

Industrial

14/12/2015

La industria, de la expansión al estancamiento

Dante Sica Director

Columna de opinión publicada en Clarín el sábado 12 de diciembre. La actividad industrial atravesó en los últimos doce años tres períodos claramente diferenciados y que están relacionados a los sucesivos mandatos presidenciales. Hoy el cambio de gobierno enfrenta a la Argentina a una oportunidad pero también al desafío de planificar una política industrial que estimule no sólo un nuevo ciclo de crecimiento sino, fundamentalmente, un proceso de desarrollo.

Al igual que todo el ciclo económico, la actividad industrial en Argentina atravesó a lo largo de los últimos doce años tres períodos claramente diferenciados, relacionados a los sucesivos mandatos presidenciales: un buen comienzo, una etapa de transición, y un cierre signado por fuertes desbalances que condicionaron la actividad en general y la sentenciaron a un largo estancamiento.

El primer período que se extendió desde 2003 a 2007, y coincide con el gobierno de Néstor Kirchner, se caracterizó por una significativa reactivación de la industria, que tras hundirse casi un 11% en 2002 tras la crisis económica y social que determinó el fin de la Convertibilidad, creció a una tasa anual promedio de 10,2%.

Las bases de dicha expansión en la actividad manufacturera se encuentran en las holguras macroeconómicas heredadas de la crisis y devaluación de 2001/2002: un tipo de cambio competitivo, elevada capacidad instalada ociosa y alto desempleo. Los salarios medidos en dólares sufrieron una abrupta caída en 2002 -a casi un tercio del valor que tenían el año anterior- reduciendo en forma sustancial los costos laborales industriales. Si bien todos los sectores exhibieron tasas positivas de variación en estos primeros años, la industria automotriz fue la estrella, con un crecimiento promedio anual de 29,1%. Con buenos desempeños también se destacaron la producción textil (+19,2%), la metalmecánica (+18,4%) y los minerales no metálicos (+16,7%).

No obstante, poco se hizo en estos años auspiciosos por incentivar la inversión y la holgura de la primera etapa empezó a exhibir signos de agotamiento. A fines de 2007 el uso de la capacidad instalada ya promediaba el 75% y el costo laboral en dólares continuaría en ascenso hasta equipararse con el nivel de la década previa. Así comenzaba el primer mandato de Cristina Fernandez de Kirchner, que si bien siguió beneficiándose de un contexto externo sumamente favorable, mostró una inflación creciente que empezaba a impactar negativamente en la competitividad de la industria. De este modo, el período que se extendió entre 2008 y 2011 mostró una desaceleración en la actividad manufacturera cuyo crecimiento promedio rondó el 5,3%. La crisis internacional de 2009 contribuyó al estancamiento de determinados sectores, como la refinación de petróleo (-3,4%) y la producción de tabaco (+1,2%).

El último período, coincidente con el segundo mandato de Cristina Fernandez de Kirchner (2012-2015) se caracterizó por la instauración del cepo cambiario y las restricciones a las importaciones que profundizaron el estancamiento de la actividad. La utilización del tipo de cambio como ancla nominal de la economía, sumado a una inflación de dos dígitos, redundó en un fenomenal atraso cambiario que llevó la competitividad a niveles críticos, perjudicando seriamente a los sectores exportadores y de mayores ventajas comparativas. A su vez, el proteccionismo impulsado por el Gobierno permitió sostener actividades de baja productividad. En este marco, la producción industrial mostró desde 2012 una tendencia negativa, y cerraría 2015 con crecimiento nulo. En promedio, el período termina con una contracción de 1,1% anual. El sector automotriz resultó el más perjudicado en esta última parte del ciclo, destacándose la caída de 2014 (-21,2%) y promediando una variación de -8,4% en los cuatro años analizados.

Por último cabe destacar el peso de la actividad manufacturera en el producto interno bruto que, tras alcanzar su máximo en 2004, siguió una tendencia declinante a lo largo del período, hasta representar poco más del 15% en 2015. Como una paradoja, este guarismo muestra el potencial de crecimiento que tiene la industria en el país.

En este marco, el cambio de gobierno que ocurrirá en pocos días enfrenta a la Argentina a una oportunidad pero también al desafío de planificar una política industrial que estimule no sólo un nuevo ciclo de crecimiento sino, fundamentalmente, un proceso de desarrollo. El quinquenio 2016–2020 y el nuevo escenario político ofrecen una plataforma de oportunidades para avanzar en la configuración de un concepto integral de desarrollo para alcanzar un entramado industrial que aproveche nuestras potencialidades como país.