Análisis

El cambio de gobierno trajo consigo un nuevo “clima de negocios” que tendrá ganadores y perdedores.

Mariano Lamothe Economista. Gerente de Análisis Económico

Las medidas y señales que está dando el nuevo gobierno para el ciclo que acaba de comenzar, propician un giro importante en el “clima de negocios” en Argentina, lo que, sumado al contexto internacional y al nuevo esquema de precios relativos que se está configurando, tiene una importante influencia en el ciclo de las inversiones productivas. En ese contexto, ya hay sectores que se preparan para avanzar y recuperar terreno, y otros que lo hacen para resistir un 2016 que luce complicado.

La economía real deberá transitar un 2016 desafiante, en medio de un contexto internacional complejo y una transición de ciclo económico y político en el plano local.

La redefinición del tipo de cambio y las modificaciones en la política comercial, tributaria y de subsidios, configuran un cambio en el esquema de precios relativos y en las condiciones de inversión que, evidentemente, tendrá ganadores y perdedores en los sectores productivos.

El sector agro-alimentario, por caso, será el gran ganador de este 2016. Si bien los volúmenes de la cosecha y del área sembrada 2015/2016 aún no mostrarán incrementos significativos, las medidas recientes permitirán recomponer los márgenes y liquidar stocks acumulados.

Consecuentemente, las industrias procesadoras de alimentos tendrán un impulso por la mayor oferta primaria y la ganancia de competitividad provocada por la devaluación. En el caso de la ganadería, los mejores precios incentivarán a recomponer los stocks perdidos durante la última década.

La construcción es otra de las actividades que mostrará una reacción ante los cambios de política económica, especialmente en el mercado de cambios. La obra pública se concentrará por ahora en la conclusión de obras ya iniciadas, pero la infraestructura será uno de los pilares de la nueva Administración. El reacomodamiento de las cuentas fiscales y el acceso al crédito internacional permitirán dinamizar las obras públicas y privadas en los próximos años.

En contraste, las actividades extractivas y la industria manufacturera enfrentarán un 2016 con perspectivas menos favorables y expuestas a mayores riesgos.

En el caso de la energía y minería, pese a los estímulos desde la política local, el escenario internacional de precios continúa deteriorándose, atentando contra la factibilidad de los proyectos de inversión en cartera para el corto plazo.

En la actividad industrial, las condiciones de demanda internacional y los menores niveles de consumo interno sentenciarán otro año de estancamiento, pese a cierta mejora de las condiciones de competitividad. El segmento metalmecánico será el más afectado por el retroceso de la demanda local y regional, especialmente en los bienes durables. Por otro lado, las industrias sensibles, orientadas al mercado interno, se enfrentarán al doble desafío de desenvolverse en un contexto de consumo menos pujante y de adecuarse a un esquema con mayor rigor competitivo.

Si bien la nueva Administración se ha apresurado a tomar medidas clave y a brindar señales claras a los agentes acerca de la orientación de la política económica y las reglas de juego para los próximos 4 años, aún quedan ciertos interrogantes que definirán el comportamiento de la economía real en este 2016. ¿En qué nivel se estabilizará el tipo de cambio y las tasas de interés? ¿Será exitoso el “Acuerdo Social” para evitar la caída del salario real? ¿Cómo será la gestión del nuevo Sistema Integrado de Monitoreo de Importaciones (SIMI)? ¿Con qué timing se resolverá el litigio con los Holdouts y se abrirá el crédito para grandes obras de infraestructura? Y en el plano internacional, ¿Cómo se comportarán las commodities? ¿Cuándo alcanzará la economía brasileña el “fondo del pozo”?


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