Análisis
Blanqueo 2013 | Monetario y Financiero
10/05/2013El blanqueo es otro eslabón de una cadena de medidas sin coordinación

Economista. Gerente de Desarrollo de Negocios
Según declaraciones de funcionarios los objetivos del blanqueo son bastante tímidos, del orden de los 4.000 ó 5.000 millones de dólares, una vara baja porque habitualmente se habla de cifras mayores al dimensionar la plata de los argentinos fuera del sistema. Si el objetivo es aliviar las restricciones externa y fiscal, ¿por qué no avanzar en cuestiones de fondo? Un programa integral seguramente redundaría en una mejora de la situación económica, con soluciones en los frentes fiscal y externo.
Conocidas las primeras reacciones públicas generadas por el anuncio del Gobierno de elevar al Congreso una ley de blanqueo de capitales, que incluye los argumentos oficiales en defensa del proyecto y también las voces en contra, es posible hacer un primer resumen de las consecuencias e impacto de la decisión. Aun a pesar de que todavía quedan por conocerse los detalles de la medida, cuestión no menor porque muchas veces es justamente la letra chica la clave para entender fehacientemente el verdadero alcance de este tipo de proyectos.
El primer tema que salta a la vista es el virtual reconocimiento implícito (aunque en realidad bastante explícito) de que la búsqueda de la pesificación de la economía lamentablemente ha muerto. Si es que alguna vez existió ese objetivo dentro del gobierno, ya que a simple vista sonó en su momento como la excusa políticamente correcta para sostener la intervención en el mercado cambiario. De todos modos, tomando como cierta la intención oficial de pesificar la economía, este paso sería sólo el anuncio oficial, porque el proyecto tenía ese destino desde el mismo momento en el que fue impulsado varios meses atrás. Es que nunca podría haber sido exitoso y haber cumplido con su objetivo porque desde el vamos no fue sostenido por una estrategia consistente con la meta (quizás justamente por la real intención detrás de aquel proyecto).
La segunda cuestión que surge al analizar el proyecto y las primeras reacciones es la efectividad de la medida. El éxito del blanqueo no está asegurado ni mucho menos. En un contexto de fuerte volatilidad e incertidumbre, donde el cambio de reglas de juego es constante, siendo el caso más palpable el mercado cambiario, ¿qué es lo que cambió realmente para que aquellas personas que prefirieron invertir sus ahorros en dólares y que no los tienen declarados ahora sí decidan transformarlos masivamente a un activo en esa divisa con bajo rendimiento o en inversiones inmobiliarias? El problema central de la economía argentina pasa por una política económica que no tiene credibilidad y que no coordina expectativas (o que lo hace pero de manera negativa, que es aún peor), por lo que sin señales de cambio que actúen sobre ambas cuestiones no parece inteligente esperar un cambio de comportamiento del público.
Y es justamente este punto el que dispara la tercera reflexión. ¿Vale este pequeño beneficio (ni siquiera realizado) pagar un costo alto en materia política? La medida es a toda vista regresiva, ya que beneficia a aquellos con capacidad para dolarizarse que no son justamente el trabajador asalariado medio. No deja de llamar la atención este punto. Tanto como el hecho de la falta de timming para el anuncio, en un marco donde las denuncias sobre corrupción han sido la norma desde comienzos de año.
Y, por último, surge la cuestión de la calidad de la medida presentada. Reconocido el problema de la falta de dólares (implícita o explícitamente, reconocimiento al fin), con las dudas acerca de su efectividad y con los costos que pareciera implicar, no luce como la mejor estrategia dentro del amplio set de alternativas disponibles. Aunque no debiera generar sorpresa, porque es algo que ha caracterizado el andar económico del Gobierno desde al menos fines de 2011.
Así, un primer análisis disparado por los argumentos a favor y en contra esgrimidos desde el anuncio del blanqueo no da como resultado un saldo positivo. La medida elegida dista de ser la mejor disponible en varios niveles (efectividad, eficiencia, costos a pagar), y es un eslabón más de una seguidilla de anuncios y políticas con poca consistencia y coherencia. Incluso a pesar de la imagen de unidad de criterio que al parecer se quiso dar desde el Gobierno con todos sus referentes económicos defendiendo la medida en primera plana. Queda por ver la letra chica del proyecto y su reglamentación. Pero no hay muchas esperanzas de que por ahí surjan las buenas noticias.