Análisis

Planificar una Industria innovadora

Dante Sica Director

En su columna de opinión para el ciclo Ideas 2015-2020 de El Cronista, publicada el 23 de septiembre de 2014, Dante Sica propone reorientar la política industrial de la Argentina y recrear las condiciones de competitividad. El director de abeceb.com hace énfasis en la necesidad de apuntar a las industrias del conocimiento para que exista un desarrollo con base en la innovación y no en una competitividad de costos que obliga a pagar salarios bajos.

Argentina está ante la gran posibilidad de reorientar su política industrial. El quinquenio 2015-2020 y los cambios en el escenario político ofrecen una nueva plataforma para avanzar en la configuración de un concepto integral de desarrollo que aproveche nuestras potencialidades como país. El primer desafío es planificar y ejecutar una política que, con base en nuestras ventajas comparativas, recree las condiciones de competitividad utilizando el conocimiento para agregar valor.

La Argentina no parte de cero en ese recorrido. El país cuenta con una tradición industrial de más de medio siglo y, a pesar de los ciclos económicos, logró sostener un entramado manufacturero diverso que va desde la industria liviana o de bienes de consumo, hasta la industria pesada y de bienes de capital.

De lo que se trata es de administrar las fortalezas para aprovechar las potencialidades. Para esto hay que tener en cuenta el contexto internacional, cuáles son los sectores más idóneos considerando la nueva concepción de lo que se conoce como industria, el impacto de las tecnologías y la definición de los mercados a conquistar.

Los sectores estratégicos


En los países desarrollados la nueva tendencia prioriza las ramas asociadas a las “industrias del conocimiento” y los eslabones específicos con alto valor agregado. Se ha avanzado hacia una mayor integración con las actividades de pre y post producción como la investigación y desarrollo, el diseño, el marketing y los servicios asociados al producto. Como se ve, se ha concentrado el foco en los elementos “intangibles” en la elaboración. La fabricación de “productos tangibles” de menor valor agregado o mano de obra intensivos, tiende a desplazarse a regiones con competitividad en costos y salarios relativamente bajos. Es por esto que China e India son líderes mundiales en fabricación de manufacturas industriales, con Brasil y México a la cabeza de la región latinoamericana. 

Para la Argentina una industria con base en competitividad de costos que exigiría pagar salarios bajos no es una opción de desarrollo. Por el contrario, el país posee una destacada disponibilidad de recursos naturales (alimentos, energía, minerales) que se suma a la ventaja de contar con una población joven, en crecimiento, capacitada y que ha incorporado la tecnología de la información de la mano de un amplio acceso y desarrollo a las telecomunicaciones.

En esta nueva etapa, es fundamental apuntar a sectores con ventajas comparativas y potencial de desarrollo en el agregado de valor desde el conocimiento. Por lo que debemos concentrar nuestra estrategia industrial en tres ejes.

El primero se basa en el procesamiento de alimentos donde Argentina es el tercer abastecedor a nivel mundial. Con una clase media asiática en crecimiento, se puede diversificar los productos con mayor valor agregado, incorporando los estándares más rigurosos de seguridad agroalimentaria. Esto debería acompañarse de una estrategia que integre y potencie a las industrias relacionadas como la biotecnología (semillas más resistentes y con mejores propiedades, genética en animales), el desarrollo de nuevos fertilizantes y fitosanitarios, maquinaria agrícola o software especializado.

El siguiente eje se enfoca en la energía, donde nuestro país se ubica en el segundo lugar en recursos potenciales en shale gas y en el cuarto en shale oil a nivel internacional. Volver al autoabastecimiento en el marco de una política que apunte a la seguridad energética, permite estimar inversiones por más de U$S 180 mil millones en el upstream durante los próximos diez años. Esto determinará una gran oportunidad para todo un entramado de proveedores (insumos, equipos, maquinaria, infraestructura) impactando positivamente en la comunidad.

El tercero es el de los minerales, donde la Argentina se encuentra en el top five de reservas mundiales de litio y cobre y en el top ten en potasio, oro y plata. Si bien se está actualmente en una fase descendiente de precios, se mantiene el cambio estructural en la actividad dado el rol de China como factor creciente en la demanda mundial por lo que el desafío es posicionar a la actividad local para atraer nuevas inversiones.

Asimismo, se debe invertir esfuerzos en consolidar y avanzar sobre las industrias en las que Argentina es referencia regional. Es el caso de la automotriz, metalurgia y la industria química, que son manufacturas de mediano contenido tecnológico. Un esfuerzo que habrá que coordinar con Brasil, debido al gran nivel de integración existente y en el que se debe avanzar para potenciar nuestro rol estratégico en la región.

La política industrial

Lo que necesitamos para iniciar un nuevo quinquenio de progreso es una política industrial integral basada en lo que podríamos llamar una “competitividad sistémica” que abarca tanto la estabilidad macroeconómica, la solidez de del marco institucional, una infraestructura competitiva, y un mercado de capitales o un acceso al financiamiento externo que potencie el crecimiento industrial.

Que establezca objetivos claros e inflexibles como la definición de un marco legal simple, la reestructuración de los programas vigentes y la articulación de los organismos clave (Ministerios de Industria, Economía, Ciencia y Tecnología y Educación), disminuyendo la brecha de productividad entre empresas pequeñas y grandes. El articulador de la política industrial deberá definir simultáneamente los requerimientos en términos de infraestructura, educación, tecnología, innovación, financiamiento, logística y relaciones internacionales. 

Proyectar una política industrial que avance hacia un modelo de sociedad inclusivo con base en el conocimiento requiere, ante todo, un cambio de prioridades. Pero sobre todo exige una apertura hacia diferentes estrategias y la búsqueda de consensos entre dirigentes políticos, sindicatos y empresarios.