Análisis

Tras las elecciones la política económica sigue envuelta en su círculo vicioso

Dante Sica Director

Los frentes abiertos son muchos y siguen creciendo. La pérdida de reservas no se detiene -ya están perforan la barrera de los US$34.000 millones-, la economía mantiene un escaso dinamismo desde hace ya casi dos años (más allá del impulso puntual de la buena cosecha y del rebote de la demanda de autos desde Brasil) y el mercado laboral está estancado. Hoy la política económica está en un círculo vicioso del que sólo podrá salir si corrige los desequilibrios de fondo.

Ya desde hace tiempo que venimos advirtiendo que los desbalances macro (y micro) han ido in crescendo, generando diversas señales de alerta para la economía local. También advertimos que difícilmente se encontrarían soluciones en un contexto electoral (y los sucesos confirmaron nuestras expectativas), pero que pasadas las elecciones comenzarían anticipadamente 2014, y con ello la cuenta regresiva para llevar a cabo las correcciones. Así, los márgenes para seguir haciendo lo mismo resultan por lo menos estrechos.

Los frentes abiertos son muchos y siguen creciendo. La pérdida de reservas no se detiene -ya están en un nivel mínimo en seis años, perforando la barrera de los US$34.000 millones-, la economía mantiene un escaso dinamismo desde hace ya casi dos años (más allá del impulso puntual que provino este año de la buena cosecha y del rebote de la demanda de autos desde Brasil), y el mercado laboral está estancado. Por tanto, las chances de mantener el esquema actual inalterado sin que el mercado termine imponiendo las correcciones lucen limitadas.

Es que hoy la política económica está en un círculo vicioso del que sólo podrá salir si corrige los desequilibrios de fondo. Desde esta óptica, el principal problema es el déficit fiscal, que se ha ido agravando de la mano de la creciente factura energética. Y dado que la única fuente de financiamiento del Tesoro está dada por el BCRA, esto presiona sobre la emisión monetaria, lo que se traduce en un exceso de oferta de pesos que se canaliza en una demanda de dólares por las vías permitidas (ocasionando una caída de las reservas), y por las no permitidas (impulsando la cotización del “blue”). A su vez, esto último presiona por una mayor depreciación del dólar oficial, lo que alimenta la dinámica de los precios domésticos, y con ello todo el ciclo comienza nuevamente.

¿Cómo es posible escapar de este proceso? Como ya hemos afirmado en otros análisis a lo largo del año, no se podrá sortearlo si se continúa apuntando a las consecuencias en lugar de a las causas de los problemas. Y en este sentido, el principal desbalance a nivel macro pasa por la existencia de una importante distorsión de precios relativos. En otras palabras, habrá que corregir las tarifas y el tipo de cambio real.

En cuanto a lo primero, aunque en el Presupuesto 2014 no está contemplado incremento alguno en las tarifas, no parece haber posibilidad de esquivar esta corrección, que podría otorgarle al fisco 1 punto porcentual del PIB en un escenario de ajuste razonable (que supone simplemente que los subsidios a la energía no muestran incremento alguno en 2014). Además, una suba en las tarifas también sería una señal de precios adecuada para corregir los desbalances entre oferta y demanda a nivel sectorial, lo que en el mediano plazo debería traducirse en un alivio de la restricción externa.

Mientras tanto, la corrección de la tendencia hacia la apreciación del peso ya comenzó a realizarse este año a través de la aceleración de la tasa de devaluación oficial. Obviamente, sin un programa anti inflacionario acelerar la tasa de depreciación de la moneda por encima de los niveles actuales podría resultar una estrategia peligrosa. Y lo mismo si no se lleva a cabo una corrección de las tarifas, dado que en este caso un peso más débil podría agravar en lugar de aliviar las restricciones externa y fiscal (al aumentar el valor de los subsidios en función del dólar).

Pero hay un aspecto que es clave. Si no existe confianza en las medidas adoptadas por el gobierno, las correcciones difícilmente puedan hacerse sin que se resienta aún más el nivel de actividad. Cuanto más se acelere la inflación, más caerá el poder adquisitivo y mayor el efecto depresivo sobre el consumo y la actividad. Para contrarrestar esto aparece un aspecto central, y es que el gobierno muestre coherencia en toda la política económica, y de señales de que posee un plan integral y coordinado. Esto será central para generar confianza, y con ello para que se recupere la inversión, lo que permitiría minimizar el impacto.

Si el gobierno no apunta a estos frentes y adopta un plan integral y coordinado que contemple todos los efectos directos e indirectos de las correcciones, difícilmente podrá salir del círculo vicioso en el que se encuentra inmerso. Y ya no hay demasiado tiempo para dilaciones, las elecciones ya quedaron atrás, y el futuro es ahora.