Análisis

Hay incertidumbre sobre el empuje que pueda aportar el consumo a la economía en 2014

Soledad Pérez Duhalde Coordinadora de Análisis Económico

Algunos factores han comenzado a jugar en contra de una recuperación de las ventas y generan dudas sobre el impulso del consumo para el año que viene. La marcada desaceleración del salario real, hoy prácticamente estancado, una saturación en el mercado del crédito, y el ajuste de algunos precios que antes operaban como anclas, como es el caso de las naftas que hoy compiten por la absorción de la masa salarial, como componentes que juegan en contra.

El año pasado, el consumo experimentó una desaceleración significativa de la mano del estancamiento que verificó la actividad económica en general. La variable registró a lo largo del año un crecimiento de apenas 1,2%. En lo que va de este año, por su parte, muestra cierto repunte en línea con la recuperación moderada que verifica el nivel de actividad general.

Actualmente, el contexto macroeconómico sigue siendo favorable al adelantamiento de consumo de bienes durables. La elevada inflación y la ausencia de alternativas de ahorro rentable en un contexto de cepo cambiario y rendimientos reales negativos para los instrumentos de inversión tradicionales y bien conocidos, como pueden ser los plazos fijos, impulsan a la gente a intentar proteger sus ingresos adelantando gastos. Esta conjunción de fenómenos ha permitido –en parte- darle algo de aire al consumo, aún en un contexto en el que la incertidumbre permanece en niveles elevados.

No obstante, otros elementos han comenzado a jugar en contra de una recuperación de las ventas minoristas. En particular, estos factores han operado para que la recuperación por tipo de consumo no sea heterogénea. Se destaca la marcada desaceleración del salario real, hoy prácticamente estancado, una saturación en el mercado del crédito, y el ajuste de algunos precios que antes operaban como anclas, como es el caso de las naftas que hoy compiten por la absorción de la masa salarial, como componentes que juegan en contra. De este modo, si bien el consumo de bienes básicos se mantiene estable y el de durables continúa registrando un avance relativamente ponderable, se observa cierto ajuste en aquellas áreas del consumo que son consideradas como prescindibles, particularmente en esparcimiento.

El gobierno ha buscado compensar el estancamiento del salario real con una serie de medidas expansivas orientadas a apuntalar el consumo de cara a las elecciones de medio término que definirán la suerte del movimiento político en los dos años de gestión restantes. Estas medidas han tomado la forma de ajustes tributarios por un lado y de transferencias sin contraprestación por el otro.

Por un lado se resolvió anticipar la actualización de las transferencias sociales de las que el gobierno puede disponer discrecionalmente ya que –por caso- el ajuste en las jubilaciones se hace por ley, en plazos preestablecidos y está sujeto a una fórmula de cálculo que determina el monto actualizable de forma automática. De este modo, se resolvió un ajuste de la asignación universal por hijo y un aumento de los topes para el cobro de las asignaciones familiares a entrar en efecto en el inicio del segundo semestre del año. Este ajuste fue sustancial: las asignaciones fueron incrementadas en nada menos que un 35%, en tanto que los topes para las asignaciones fueron elevados en un 20%.

Pero además se tomaron algunas medidas de carácter impositivo destinadas a favorecer a la clase media. Si bien las mismas pueden ser tachadas de electoralistas por haber sido implementadas luego del espaldarazo electoral que supuso el resultado de las elecciones primarias en agosto, y a pocas semanas de los comicios de octubre, también es cierto que las mismas venían siendo reclamadas hacia ya un tiempo. El ajuste vino de la mano de un incremento del mínimo no imponible de 20% para la cuarta categoría del impuesto a las ganancias, esto es para los trabajadores en relación de dependencia que están alcanzados por este tributo, sumado a una exención para aquellos salarios brutos inferiores a los $15.000 para la que no se discrimina por estado civil del contribuyente. Se estima que el ajuste costará al gobierno poco menos de $5.000 millones sólo en el último cuatrimestre del año, dinero que se vería volcado al mercado y que podría ser destinado tanto a apuntalar el consumo como a fogonear la cotización en el mercado paralelo del dólar.

En esta misma línea, se dispuso un ajuste en las categorías del monotributo que buscar compensar por el aumento en la carga tributaria que causo la inflación. Por un lado este ajuste permite que los contribuyentes que debían salir de la cobertura del tributo por el aumento en su facturación nominal puedan permanecer en el mismo. Por el otro, redunda en una reducción en la presión tributaria sobre los contribuyentes que continúan siendo amparados por el marco del tributo. El costo fiscal de la medida es muy inferior al de la exención de ganancias aunque igualmente supone echar algo de combustible al consumo.

Cabe destacar que por su peso en el producto, la evolución del consumo privado es clave en los movimientos que registra el nivel de actividad en general. Este año parece estar cerrado, pero su desempeño permanece incierto de cara a 2014.