Análisis

Precios

14/09/2012

Maximización del crecimiento e inflación elevada: las dos caras de una misma moneda

Soledad Pérez Duhalde Coordinadora de Análisis Económico

El factor más importante detrás del fenómeno de la inflación es una política económica orientada exclusivamente a maximizar el crecimiento. El Gobierno optó por convivir con una inflación elevada como un derivado inevitable de esta meta.

La inflación en Argentina, al menos la que muestran los índices provinciales fuera del radar del INDEC y los privados, continúa en niveles muy elevados. Quizás no tanto en términos históricos (justamente no tenemos un historial favorable en la materia), pero sí cuando lo comparamos con los estándares regionales y globales de los últimos años.

Si bien de un tiempo a esta parte el tema se ha visto un tanto desplazado del centro de la escena por otro tipo de problemas económicos (básicamente, el tema del mercado cambiario), la inflación sigue siendo el principal problema de la macroeconomía doméstica. No sólo por ser una cuestión gravitante por sí misma (repercutiendo en la competitividad o en el humor social, por ejemplo) sino también, y quizás aún más, por ser el resultado (¿deliberado?) del esquema de política económica. Así, sin un cambio en el rumbo elegido, la inflación seguirá manteniéndose elevada en el futuro cercano.

La existencia de múltiples factores detrás de este proceso de aumento generalizado y sostenido de los precios hace difícil identificar el más importante. La puja distributiva, la determinación monopólica u oligopólica de los precios en algunos sectores, y/o los cuellos de botella en otros, por ejemplo, están presentes en la economía argentina y seguramente tienen que ver con la inflación elevada. Pero, desde nuestra óptica, el factor más importante detrás de este fenómeno es una política económica orientada exclusivamente a maximizar el crecimiento sin considerar efectos colaterales como éste. El Gobierno ha optado un largo tiempo atrás por convivir con una inflación elevada, como un derivado inevitable de esta meta.

Esta visión explica el sesgo sumamente expansivo de la política económica, con su foco principalmente en el consumo, incluso en momentos en los que la economía no necesitaba de impulsos extra (distinto es el caso del período post-crisis de 2001-2002, o de 2009). Una estrategia que rindió sus frutos durante un amplio período, pero que siempre tuvo sus riesgos. Es que, ante una demanda doméstica creciendo a un ritmo muy por encima del de la oferta local, la “solución” macroeconómica es el aumento de las importaciones y/o el incremento generalizado de los precios. Pero esta dinámica no puede ser sostenida indefinidamente. En algún punto, se choca con una inflación insostenible. O con la restricción externa, como consecuencia del crecimiento de las compras al exterior y/o de la pérdida de competitividad. O con la restricción fiscal, ya que los recursos comienzan a crecer por debajo de un gasto indefinidamente en alza. O con una puja distributiva que se va de las manos de las autoridades. O con todas estas. Y, lamentablemente, de un tiempo a esta parte estos riesgos se han convertido en mayor o menor medida en realidad.

¿Cuál es la salida? Más de lo mismo seguramente que no. Así que cualquiera sea, deberá ser un camino alternativo. Lógicamente no hay una sola solución al problema. Pero cualquiera de las estrategias que se elija inevitablemente traerá consigo un ajuste de la actividad económica, mayor o menor de acuerdo a la agresividad y el horizonte de tiempo de las políticas finalmente implementadas. Todo aquel que diga tener una solución sin consecuencias en el crecimiento estará faltando la verdad.