Análisis

Fiscal

24/06/2015

Una metáfora para el futuro

Dante Sica Director

Columna de opinión publicada en la revista Noticias el sábado 20 de junio. En lo que va del año, hay varios indicadores macroeconómicos que muestran una trayectoria positiva. Las autoridades están logrando una mejor combinación de inflación y consumo y ello ha generado un mejor clima. Pero los interrogantes sobre la sostenibilidad no se han despejado ni mucho menos. Una buena forma de ilustrar sintéticamente los claroscuros de la coyuntura es auscultar la anatomía de la recaudación tributaria.

En lo que va del año, hay varios indicadores macroeconómicos que muestran una trayectoria positiva.

En primer lugar, sin dudas, hay que mencionar la tasa de inflación que viene mostrando una desaceleración en relación con el año pasado. Un segundo frente en el que se notan menores tensiones es la reducción de la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, acompañada de un incremento en la demanda por los depósitos a plazo fijo. Por último, la construcción muestra una mejor evolución, sobre todo reflejada en el Índice Construya, pues los permisos de obras aún no reaccionan. ¿Se trata de brotes verdes? ¿Están mostrando esos indicadores una cierta estabilización de la economía que anuncia el paso a una etapa de mayor crecimiento?

Difícilmente. En lo que hace a la economía real, la industria en general y la automotriz en particular, por ejemplo, están lejos de mostrar una recuperación, la rentabilidad de la actividad agrícola y de las economías regionales está sufriendo de la mano del atraso cambiario y las exportaciones y la tasa de inversión continúan deprimidas. En este contexto, el gasto público sigue jugando un papel fundamental como sostén del consumo y ello se refleja en un incremento sostenido en el déficit fiscal que hace poco manejable el frente monetario y financiero.

En suma: las autoridades están logrando una mejor combinación de inflación y consumo y ello ha generado un mejor clima. Pero los interrogantes sobre la sostenibilidad no se han despejado ni mucho menos. Una buena forma de ilustrar sintéticamente los claroscuros de la coyuntura es auscultar la anatomía de la recaudación tributaria. Se trata de un ejercicio que es también útil para ilustrar los desafíos que le esperan a la administración que se hará cargo el 10 de diciembre.

La economía de la recaudación

Un dato que sobresale es la enorme capacidad de las autoridades para mantener la recaudación tributaria total aún en un contexto en el que el nivel de actividad es tan poco dinámico. Las cifras de recaudación del mes de mayo arrojaron un importante incremento del 31.5% en relación con igual mes del año pasado. Ese nivel de recaudación contribuyó a colocar el acumulado en lo que va del año en aproximadamente un 2% por encima del 2014 en términos reales. Si la recaudación está creciendo a pesar de que el nivel de actividad no es bueno, ello solo puede estar ocurriendo porque está cambiando la composición de la recaudación en favor de las actividades que no están tan afectadas por las fuerzas recesivas o porque el nivel de presión tributaria sobre algunos sectores está subiendo.

Hay tres grupos de impuestos muy diferenciados:

• Entre los que crecen fuerte: el rubro que lidera es, de lejos, el impuesto a las Ganancias que subió en términos reales ¡cerca de un 25%! También subió el impuesto a los combustibles, de la mano de los incrementos de precios a lo largo del último año. Es un éxito desde el punto de vista del recaudador. Pero esto se está logrando con métodos que tienen efectos "colaterales" poco recomendables. La recaudación de Ganancias, pongamos por caso, resulta de gravar ingresos que no representan genuinamente una ganancia, sea porque no se modifican las escalas y el mínimo, sea porque las firmas no pueden corregir sus balances por inflación. Tanto en combustibles como en Ganancias se están distorsionando los incentivos en aras de la recaudación.

• Sigue el grupo de impuestos que subieron igual o algo más que la inflación: Incluye el IVA, los rubros vinculados a la seguridad social y el impuesto a los créditos y débitos. En el caso del IVA, el buen comportamiento se relaciona con un consumo que ha ganado algo de terreno, mientras que las contribuciones y aportes están reflejando sobre todo la recomposición de los salarios en el segmento registrado, que muestran cierta recuperación luego de un período de pérdidas. Así, la masa salarial no está subiendo porque sube el empleo sino por la recomposición de los salarios. No deja de ser un mérito, no obstante, que el empleo no muestre una tendencia negativa, dada la mediocre evolución de la industria, la inversión y las exportaciones. Por supuesto, con esto no alcanza para evitar que suba el desempleo pues se necesita crear puestos de trabajo nuevos para quienes se incorporan al mercado. Y eso no está ocurriendo. La debilidad en la creación de empleos no se refleja todavía en el desempleo porque la tasa de participación en el mercado de trabajo ha estado cayendo. Cabe acotar, en relación con esto, que hay ciertas dudas sobre la fiabilidad de la tasa de participación que se mide oficialmente.

• Y por último, está el grupo de los impuestos que caen. Se enrolan aquí todos los rubros que tienen que ver con el comercio exterior, cuyo mal desempeño lleva ya varios meses y no muestra ningún signo de revertirse. Los derechos de exportación muestran una evolución muy mala: cayeron el 9.5% nominal. Este resultado es una consecuencia, sobre todo, del creciente atraso cambiarlo, aunque la evolución de los precios internacionales también contribuyó. Los impuestos relacionados con la importación (derechos, IVA DGA Dirección General de Aduanas) cayeron en términos reales en forma significativa, lo que no sorprende dada la represión de importaciones, la debilidad del nivel de actividad y la inversión y, obviamente, el atraso cambiarlo. Esta trayectoria seguramente se va a revertir en el futuro cuando se corrijan los precios relativos. Es lo que ha ocurrido siempre que el tipo de cambio real retorna a valores de equilibrio luego de períodos en que se aleja como es el caso actual.

¿Cuál es el cuadro que surge de todo esto? Lo que domina es la imagen de una economía que mantiene el nivel de actividad sobre la base de una cierta reactivación del consumo basada en el incremento del gasto público y de los salarios y que lo está logrando sobre bases muy débiles porque: (a) cada vez exporta e importa menos; (b) no crea empleo; (c) sustenta la recaudación en el aumento de combustibles y Ganancias a costa de introducir más distorsiones en la estructura tributaría; (d) agudiza la presión negativa del tipo de cambio sobre la competitividad.

¿Por qué esto es una metáfora de lo no sostenible? Por varias razones: 1) El consumo no puede mantenerse a largo plazo sin inversión; 2) No se puede invertir y crecer sin tener capacidad de importar los bienes de capital y los insumos que se necesitan: para poder importar, hay que poder exportar; 3) La trayectoria del tipo de cambio real lesiona la competitividad y sin competitividad no hay exportaciones; 4) Sin creación de puestos de trabajo aumentará el desempleo, más allá del dibujo de la tasa de participación (además, el "atesoramiento" de mano de obra no dura si las empresas anticipan que no habrá crecimiento y la destrucción de empleo, tarde o temprano, acarrea problemas políticos).

Más allá de estas inconsistencias -cuyas consecuencias no necesariamente se expresarán a cortísimo plazo-, gracias a la gran capacidad de las autoridades para mantener la recaudación y a su férrea determinación para hacer crecer el consumo y bajar la inflación usando todos los medios a su alcance, el gobierno parece encaminarse a lograr su objetivo más preciado: llegar a la elección con una macroeconomía que no le juegue excesivamente en contra en el marco de un nivel de consumo lo más alto posible.

La estabilidad del período que resta de aquí a fin de año está lejos de estar garantizada. Principalmente porque a medida que se acerque el cambio de gobierno y de políticas que se espera, es posible que las expectativas sobre la evolución del tipo de cambio se desestabilicen en parte. Pero es cierto que habiendo llegado hasta aquí, no hay por qué dudar de que las autoridades recurrirán a toda la artillería a su alcance para contrarrestar cualquier atisbo de especulación cambiaria. Claro que, como son los fundamentos mismos los que son poco sostenibles, el tamaño del éxito de cortísimo plazo que logre el gobierno actual estará en relación directa con la magnitud de los desafíos que le deje al próximo.

Habrá que incrementar la inversión y las exportaciones para crecer. Y crear empleo como condición necesaria para sustentarse. Y nada de eso será posible sin una estrategia para estabilizar la macroeconomía. Recién entonces, la recaudación tributaria mostrará un perfil diferente.