Análisis

Internacionales

25/03/2015

Brasil y Argentina: El efecto Orloff al revés

Dante Sica Director

En la columna de opinión publicada en el diario brasileño O estado de São Paulo el 25 de marzo, Dante Sica invoca el “efecto Orloff” para referirse a las similitudes en la coyuntura económica de las dos mayores economías del Mercosur. Los desequilibrios macroeconómicos y el dilema entre competitividad e inflación, en el foco del análisis.

Un poco de historia

Luego de la crisis de la deuda latinoamericana a principios de los ochenta, Brasil pasó prácticamente sin solución de continuidad de ser el país que más crecía en América Latina a una situación de crisis que lo puso, al igual que a nuestro país, al borde de la hiperinflación con recesión. La reacción brasileña ante la crisis fue, en un principio, de negación. Era difícil concebir que Brasil tenía problemas para crecer y ello retrasó las medidas correctivas. Nuestro país, en cambio, estaba más acostumbrado al stop-and-go y había pasado una crisis importante en 1975. Le siguió el Plan austral y el Cruzado, ambos sin éxitos. Luego la convertibilidad y el Plan real. Ninguno de los dos países dejó de experimentar inestabilidad macroeconómica luego del éxito inicial. Aunque los problemas de la Argentina fueron mucho más profundos que los de Brasil, que nunca experimentó algo similar a nuestra crisis de 2001-2.

Debido a que la Argentina se adelantó al Brasil tanto en lanzar planes como en experimentar severos desajustes en etapas posteriores, se hizo popular –al menos entre los economistas de ambos países– hablar del efecto Orloff. Este efecto hacía referencia a una propaganda de Vodka. En esencia, el mensaje del aviso publicitario era que para evitar la resaca del día siguiente, había que tomar buen vodka hoy. Para que el punto quedara claro, en el corto publicitario el presunto bebedor de vodka de mala calidad se miraba en el espejo y veía cómo quedaría al día siguiente. La metáfora hacía referencia a que antes de implementar planes similares a los de la Argentina, los brasileros hubieran hecho bien en mirarse en el espejo de nuestro país. La metáfora dice bastante, por supuesto, sobre el grado de inestabilidad de la macro por estas geografías en aquéllos días.

El presente, desequilibrios gemelos

Pasado algún tiempo de aquéllas experiencias estabilizadoras de los ochenta y los noventa, si bien hoy los desequilibrios macroeconómicos son de menor significación, lo cierto es que tanto la Argentina como Brasil están nuevamente enfrentando serios desbalances tanto fiscales como en el frente externo que reclaman medidas correctivas que ningún gobierno desearía jamás tener que implementar.

Inflación: En ambos países la inflación es un problema difícil. Por supuesto, en la Argentina ese problema es mucho más serio porque la tasa de inflación, como mínimo, cuadruplica la brasileña. Pero más allá de eso, en los dos casos, los grados de libertad para atacar la inflación son reducidos porque ella viene acompañada de recesión y fuerte erosión de la competitividad. En los dos países los costos internos han estado subiendo de manera sistemática durante años y los efectos de ese desequilibrio se han potenciado debido a la revaluación del dólar y la caída en los precios de las commodities.

Cuenta corriente: En Brasil, el déficit de cuenta corriente supera el 4% del PBI y en la Argentina se acerca al 2%. Esto es peligroso. En el caso de nuestros vecinos porque los capitales se están retirando de los países emergentes y además corren el riesgo de perder el grado de inversión. En la Argentina el déficit es más bajo pero es peligroso porque no tiene acceso al financiamiento de mercado.

El dilema entre competitividad e inflación

La conducción económica brasileña actual eligió promover la competitividad. Y lo hizo aun sabiendo que la inflación sufriría una aceleración. El dólar está ya bien arriba de los tres reales, algo que no ocurría más o menos desde el comienzo del gobierno de Lula. Sin bien la tasa de interés fue corregida hacia arriba, el Banco Central no puede recurrir a incrementos muy fuertes de las tasas de interés para detener la inflación sin arriesgarse a que se profundice la recesión.

La Argentina enfrenta el mismo dilema entre controlar la inflación y defender la competitividad y, por ahora, niega el problema de competitividad. Esto no significa que haya lanzado un plan anti-inflacionario consistente. Esta estrategia no puede durar hasta siempre en un mundo en que Brasil devalúa y el dólar se revalúa.

Déficit fiscal: En ambos países el déficit fiscal es un problema. En el caso de Brasil, es clave aumentar el superávit primario de forma de poder hacer frente a parte de la abultada cuenta de intereses que genera una deuda que supera el 50% del PBI. En la Argentina, la cuenta de intereses es menos abultada y también es más baja la deuda. Pero esta ventaja se compensa con un gasto en subsidios a la energía y el transporte fuera de toda racionalidad. En Brasil, como el déficit se financia con endeudamiento de mercado, no subir el superávit primario implica endeudarse cada vez más para pagar intereses de intereses. En la Argentina, no bajar el déficit supone alimentar la inflación con el financiamiento monetario del déficit, cobrar un impuesto inflacionario creciente y agravar el atraso cambiario. Bajo estas condiciones difícilmente se revierta la recesión.

Resultado fiscal. En % del PIB.


Brasil ya ha dado los primeros pasos para aumentar el superávit primario. El ministro Levy se propone llevarlo a 1.2% del PBI. Con tal objetivo ha aumentado tarifas eléctricas e impuestos. Pero sus intenciones han encontrado serios escollos para materializarse en el Congreso. La Argentina, por su parte, hasta ahora no ha dado muestras de tener apuro por recomponer el desajuste presupuestario.

Ambos países tienen la presión tributaria más alta de América Latina pero están enfrentando racionamiento energético y problemas de infraestructura. La tributación subió pero la inversión pública está lejos de satisfacer el mínimo necesario para sostener el crecimiento. En los dos países, la contrapartida del fuerte aumento del gasto durante la época de vacas gordas, fue el incremento en el gasto social que llevó a mejoras en la distribución del ingreso, pero hicieron poca mella en los determinantes profundos de la exclusión social. En particular, la exclusión se resistió a disminuir porque los sectores más dinámicos mostraron poca capacidad para generar empleos de calidad.

Esto no sorprende: ambos países muestran tasas de inversión que tienden a ubicarse por debajo del 20% del PBI. Por otra parte, la corrupción y la falta de transparencia no ayudaron para nada. En un país como Brasil con una tasa de inversión bajísima, Petrobrás explica el 10% del total de la inversión del país y recién ahora están averiguando cómo se gastó el dinero.

En este contexto, ninguno de los dos países ha explicado todavía cuál es la estrategia para aumentar la inversión, condición sine-qua-non para crear empleo e incluir de manera sostenible.

En suma, cuando se observa el corto plazo, parece que Brasil se ha adelantado a la Argentina en cuanto a atacar los problemas más acuciantes: la debilidad competitiva y el desbalance fiscal. En este sentido, el efecto Orloff parece estar operando en reversa. Quizás la explicación del adelanto brasileño está en la política y no en la economía: en Brasil el cambio de gobierno se dio más o menos un año antes que en nuestro país.

Hasta ahora, los cacerolazos, los hechos graves de corrupción en Petrobrás y la baja popularidad de Dilma sólo meses después de haber asumido sugieren que el Vodka que está tomando nuestro socio del MERCOSUR no es marca Orloff. Los candidatos argentinos con posibilidades de ganar harían bien en mirarse en ese espejo y planear cuidadosamente cuáles serán sus estrategias para atacar los desbalances.

Un tip: sin inversión y creación de empleo va a haber resaca.

Tip adicional: sin transparencia republicana, también.