Análisis
Brasil | Automotriz
03/03/2015La industria automotriz, los dólares y el ajuste de Brasil

Coordinador de Análisis Sectorial
Nota Publicada el 3 de marzo de 2015 en El Cronista. Frente a un escenario preocupante tanto para el sector como para el gobierno, finalmente llegó la ampliación del cupo de acceso al mercado de cambios para dar oxígeno a las automotrices. Esta mejora de la disponibilidad debería permitir cierta recuperación de las ventas. Sin embargo, la mayor claridad del escenario doméstico contrasta con la crujiente economía brasileña, que, al afectar las exportaciones, pondrá un techo a la producción local
El compromiso por parte de las autoridades de Industria y Comercio de incrementar las cuotas de acceso al MULC (Mercado Único y Libre de Cambios) para que las automotrices financien el descalce de sus operaciones de comercio exterior finalmente llegó y dio oxígeno al sector.
Es que los primeros números del año preocuparon a las empresas y al Gobierno por igual. Los patentamientos en el mercado doméstico habrán descendido un 36% interanual al cierre del primer bimestre, ante una demanda debilitada por precios que se alejaron de los ingresos de los consumidores, las escasas opciones de financiamiento y las dificultades en el abastecimiento de la cadena de comercialización. Mientras tanto, los datos de producción de enero y febrero mostrarán una contracción superior al 20%. Si bien estas cifras no son suficientes para trazar una tendencia (enero es el mes donde las fábricas realizan sus paradas de vacaciones y mantenimiento de las líneas y febrero tuvo menos días de trabajo que en 2014 por los feriados de carnaval), claramente el sector tendrá un primer trimestre para el olvido.
La mayor asignación de divisas para el sector debería permitir cierta recuperación de las ventas en los próximos meses. Si bien los nuevos cupos no alcanzarían para igualar los niveles de mercado del año pasado, sí deberían permitir al menos mantener niveles de producción y ventas por encima de las 600 mil unidades y dar mayor seguridad en los puestos de trabajo.
Desde finales del año pasado, las empresas ya venían esperando una medida en esta línea. Pero conforme la decisión se dilataba y la relación entre el Gobierno y las terminales se volvía más tensa, la expectativa de una ampliación del cupo perdía fuerza y las empresas comenzaban a revisar a la baja sus programas de ventas y producción.
Ahora, la mayor disponibilidad y previsibilidad de la oferta debería conducir al mismo tiempo a una mayor estabilidad de los precios, que permitiría a los salarios volver a acercarse al automóvil promedio luego de la recomposición de las paritarias, dinamizar la demanda y mejorar la relación de las empresas con el Gobierno.
Dadas las exportaciones proyectadas, se estima que las terminales precisarán incurrir en un déficit comercial de USD 2.570 millones para poder abastecer a un mercado en torno a las 615 mil unidades, con un volumen de producción cercano a los 610 mil vehículos. Dicho déficit alcanzaría a ser financiado –en principio- por el monto de divisas comprometido por el Gobierno, suponiendo que se extendiere hasta fin de año. En tanto, la deuda privada acumulada con el exterior deberá ir siendo cancelada de manera gradual, pero el incremento y mayor previsibilidad de los pagos al exterior tenderán a atenuar el descontento de las casas matrices y proveedores externos con las filiales locales.
Quedará por ver si a fines de junio, más cerca de las elecciones y con el panorama externo ya definido hasta fin de año (desempeño de las exportaciones, liquidación de las cerealeras, resultado del canje del Boden 15, nuevos Swaps con China) el Gobierno decide dar un mayor impulso a la actividad otorgando más divisas a los sectores productivos.
Pero la mayor claridad que comienza a percibirse para el escenario doméstico contrasta con los crujidos de la economía brasileña, que tendrá que soportar un 2015 muy difícil en materia económica, política y social, y que impactará evidentemente sobre la industria argentina.
El clima económico en el país vecino está hoy marcado por el pesimismo y la incertidumbre. Y desde diciembre pasado, todas las variables macroeconómicas y de actividad más relevantes se han venido deteriorando, arrastrando a las expectativas sobre su evolución para los próximos meses.
La depreciación del Real ha acelerado la inflación a un punto por encima del techo de la meta del Banco Central, aún con una tasa de interés de referencia que fue elevada al 12,75%. En este contexto, las expectativas de crecimiento del PBI del consenso del mercado ya están en terreno negativo y la gente comienza a sentirse menos segura en sus empleos.
En este escenario, los consumidores, que ya presentan una porción elevada de sus ingresos comprometida al pago de deudas y sufren además los aumentos en las naftas y tarifas eléctricas, se muestran más cautos a la hora de embarcarse en la compra de bienes durables y tomar nuevas deudas. La confianza del consumidor se mantiene, desde la segunda mitad del año pasado, reducida a los niveles de 2005. Mientras tanto, los bancos están cómodos con sus carteras seguras y prefieren no arriesgar en el contexto de recesión.
Éste es el contexto en el que el gobierno de Dilma Rousseff -al cual no le sobra capital político ante el descontento económico y los escándalos de corrupción- debe encarar un ajuste en las cuentas fiscales, con un primer paquete de recortes de gastos y aumentos de impuestos que alcanzará los USD 40.000 millones.
Las correcciones comenzaron por el desarme de los paquetes de incentivos, incluyendo a la venta de autos, que habían permitido sostener el consumo en niveles elevados (quizás por encima de las posibilidades de una economía estancada) durante los últimos tres años. Pero también incluirán ajustes en beneficios sociales y en cuestiones relacionadas con la competitividad de la economía, como las tasas de los créditos del BNDES, la vuelta atrás en la desgravación de los aportes patronales para determinados sectores (incluyendo el autopartista), los reintegros a las exportaciones por el pago de tributos interiores y una revisión integral del programa de infraestructura PAC.
En este contexto, las ventas de autos en Brasil tuvieron un comienzo de año para nada alentador del -22,5% interanual en el primer bimestre. Y lo que se esperaba para este año con relativo consenso como una estabilidad o leve baja respecto a 2014, seguramente se acercará a una nueva caída no menor al 8% por segundo año consecutivo.
En este sentido, las automotrices brasileñas continúan ajustando sus estructuras, entre ellas 3 de las “4 Grandes” (Ford, General Motors y Volkswagen) que se enfrentan no sólo a la retracción del mercado sino también a una redistribución del market share a partir del arribo de nuevos jugadores. El contexto de sobrecapacidad productiva se extenderá al menos hasta 2017.
Consecuentemente, las exportaciones argentinas de vehículos y autopartes se verán afectadas por la caída del mercado y la actividad en Brasil y por la pérdida de competitividad en la relación de cambio bilateral. Los embarques de vehículos se ubicarían entre 285 y 290 mil unidades (un 4,5%/6,5% menos que en 2014). Pero el resultado final todavía es incierto.
La caída de las exportaciones impondrá un techo a la producción local y reducirá el ingreso de divisas del sector, lo que implica un aumento del déficit comercial necesario para mantener los niveles de mercado interno. La magnitud de esta contracción determinará entonces si los nuevos cupos asignados a las automotrices son efectivamente suficientes para mantener los niveles proyectados de mercado interno –como parecieran ser hoy- o si en cambio serán necesarios nuevos ajustes en los cupos financiados o en el volumen de ventas.