Análisis
Internacionales
26/01/2015Europa lanzó su propio Quantitative Easing y Argentina debe estar atenta a sus consecuencias
El Banco Central Europeo lanzó el jueves pasado su propio programa de flexibilización cuantitativa, que buscará inyectar en la economía del viejo continente al menos EUR 1,14 billones. Las autoridades europeas intentan combatir la deflación y reducir los riesgos de quiebre de la zona euro, en un marco de desconfianza de los inversores, alto nivel de desempleo y bajo crecimiento. El impacto sobre nuestro país será, en principio, negativo ya que la moneda europea se depreciará, y caerá la demanda europea por nuestros productos.
Mario Draghi fue el responsable de anunciar, el jueves pasado, el inicio del programa de compra de deuda por parte del BCE a un ritmo de EUR 60 mil millones mensuales que comenzará en marzo de este año y durará, en principio, hasta septiembre de 2016. De concretarse la expansión monetaria anunciada, septiembre de 2016 encontrará a Europa con EUR 1,14 billones adicionales (poco más que el PIB de España) distribuidos en el mercado financiero, el sistema bancario y, se espera, la economía real.
Para Argentina, el anuncio del BCE constituye una noticia predominantemente negativa, en un marco en que el panorama internacional ha mostrado crecientes señales de alarma
Es que, y como ya se ha visto tras el anuncio, la inyección monetaria profundizará la depreciación de la moneda europea frente al dólar, abaratando sus exportaciones y encareciendo las importaciones. Desde el punto de vista comercial, esto se traducirá en menores compras de los países europeos a Argentina, que exporta al viejo continente nada menos que el 14,2% de los bienes que le vende al mundo. Así, a la pérdida de competitividad, la débil demanda de Brasil, y las eventuales consecuencias futuras del fallo adverso en la OMC, ahora deberá sumarse una menor demanda europea.
En sentido contrario, la buena noticia es que si se logra el cometido de reducir los rendimientos de la deuda pública de los países en situaciones más comprometidas (Grecia, España, Italia), entonces eso ayudará a evitar una nueva crisis de confianza con consecuencias inciertas. En este sentido, el QE debería tener un efecto positivo de corto plazo sobre las expectativas de los mercados financieros globales.
A su vez, a mediano plazo incluso puede resultar positivo para Argentina, si el programa resulta exitoso para recomponer el crecimiento y la inflación. En un escenario como este, la demanda europea volvería a repuntar, impulsando las exportaciones de sus socios comerciales.
Principales características del programa
El anuncio superó las expectativas de los inversores, que estimaban que la expansión fuera de “solamente” entre EUR 500 y 600 mil millones. Además, el fin de la expansión no es taxativo, sino que Draghi anunció que se prolongará hasta que se aprecie un “ritmo sostenido en la inflación acorde con el objetivo del 2%”. Así, el objetivo explícito de la autoridad monetaria europea es mantener la inflación en el entorno del 2% anual, guarismo que se registró por última vez en diciembre de 2012.
El programa de flexibilización cuantitativa europeo, que, al permitir al BCE comprar deuda pública en poder de los bancos, abre la puerta al financiamiento directo de los déficits fiscales de los gobiernos del área, tiene dos límites. El BCE no podrá tener más del 33% de la deuda de un emisor particular, y no podrá comprar más del 25% de cada nueva emisión.
La decisión llega luego de las crecientes presiones para que Europa lanzara su propio QE (del inglés, quantitative easing). Una tendencia declinante en la inflación, riesgos de deflación, elevado desempleo, débil crecimiento y nuevos rumores sobre una posible salida de Grecia de la zona euro (incrementados una vez confirmada la victoria de Syriza en las elecciones de este domingo) fueron demasiado para seguir manteniendo cierta prudencia monetaria.
Lo que frenaba esta acción, sin embargo, eran los riesgos del programa: la creación de burbujas de activos y menores incentivos para que los gobiernos de la zona euro lleven a cabo las reformas estructurales necesarias para volver a crecer.
El caso norteamericano
El lanzamiento del QE europeo puede haberse visto influido por los resultados de programas similares en Estados Unidos. En efecto, la Reserva Federal dio por finalizado en octubre del año pasado su último programa de flexibilización cuantitativa (QE3) que, junto con otros programas de compras de activos, añadió 3,4 billones de nuevos dólares a la economía. Si bien estos resultados no fueron extraordinarios, especialmente por el tiempo que tomaron en aparecer, lo cierto es que la crisis hoy se considera superada.
Los que primeros reaccionaron a los estímulos fueron los mercados financieros. Desde que se aplicaron estas medidas, los principales índices bursátiles subieron más de 50%, estableciendo nuevos máximos históricos.
Otro sector que también se benefició en Estados Unidos fue el de consumo. La confianza del consumidor se
encuentra en niveles máximos desde 2007 y se trasladó a los ingresos de las compañías, que vienen de generar el mayor número anual de empleos desde 1999, al sumar 2,95 millones de nuevas plazas en 2014. Así, la tasa de desempleo cayó a 5,6% en diciembre de 2014, el nivel mínimo desde julio de 2008.
Por último, el crecimiento también recobró el ritmo y se espera que en 2015, Estados Unidos sea la economía de más rápido crecimiento entre las pertenecientes al G7. Si esto fue gracias a, o a pesar de, los alivios cuantitativos, o si el efecto de la expansión fue neutro, todavía es materia de debate. Lo que no parece estar en discusión es que la expansión no terminó redundando en una mayor inflación, ya que esta se mantuvo siempre por debajo o en torno al 2% anual.