Análisis

Un replanteo del MERCOSUR

Dante Sica Director

Columna de opinión publicada en el diario Clarín el 27 de mayo de 2015. El mundo cambia aceleradamente y los desafíos globales para el Mercosur se van acumulando, mientras el bloque parece mostrar cada vez menos reflejos y capacidad para dar las respuestas que los nuevos tiempos demandan. Sería una señal de madurez sincerar las verdaderas posibilidades del bloque para alinearse con las necesidades de los miembros y avanzar en ejes relevantes para el desarrollo de la región.

En los últimos años, el escenario internacional se alteró de manera sustancial. El mundo cambia aceleradamente y los desafíos globales para el Mercosur se van acumulando, mientras el bloque parece mostrar cada vez menos reflejos y capacidad para dar las respuestas que los nuevos tiempos demandan.

A nivel global, las potencias occidentales ya no cuentan con la gravitación que solían tener y la emergencia de China y sus países vecinos ha trastocado el mapa de producción, comercio e inversiones. El multilateralismo está dejando paso a los acuerdos regionales y/o bilaterales que buscan establecer un nuevo conjunto de normas regulatorias.

Así, las potencias buscan consolidar su hegemonía a través de diferentes estrategias. Las avanzadas (EE.UU., la Unión Europea y Japón) apuntan a establecer normas regulatorias “plus” por sobre las “globales” para enfrentar la emergencia asiática, privilegiando temas no-comerciales (inversiones, medioambiente, regulaciones laborales, propiedad intelectual). En este sentido, los acuerdos más destacados son el Trans-Pacific Partnership (TPP), y el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), que excluyen a China.

Mientras tanto, el gigante asiático se ha concentrado en firmar tratados de libre comercio (TLC) con países abiertos, y al mismo tiempo, en llevar a cabo inversiones directas en países emergentes, orientándose inicialmente hacia commodities pero con un perfil cada vez más diversificado. En especial, China ha propiciado un acercamiento a países con dificultades coyunturales y necesidad de financiamiento, como lo prueba el acuerdo al que ha arribado con Argentina.

En este marco de transformaciones globales, el Mercosur no ha definido una estrategia, ni tampoco respecto de los países latinoamericanos contenidos en la Alianza del Pacífico, algunos de los cuales ya adhirieron a varios de estos acuerdos. De hecho, el bloque conformado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, ha mostrado una postura de amplia divergencia en relación a Chile, Perú, Colombia y México. Para muestra basta un botón: mientras que la Alianza del Pacífico posee TLCs con 75% del PIB global y una apertura comercial de 54%, el MERCOSUR tiene acuerdos de este tipo con sólo el 10% del producto mundial, y una apertura de 23%.

Hacia adentro del bloque, crece la inestabilidad y las divergencias de las estrategias de desarrollo. Los países muestran desequilibrios y dificultades de crecimiento, lo que acentúa la implementación de medidas unilaterales que en muchos casos desconocen las implicancias en los socios. Y en este contexto, el Mercosur tiene una agenda vacía de contenido económico que potencia el descontento de sus miembros y obliga a revisar su estructura a fin de adaptarla a los nuevos desafíos.

En particular, los escasos avances en la agenda de relacionamiento externo potencian las demandas históricas de los países pequeños, a las que recientemente se fue acercando Brasil como parte de la reorientación de su estrategia de desarrollo. La dilatada gestión de una asociación estratégica con la Unión Europea puede precipitar el debate que plantee permitir la negociación de acuerdos comerciales de manera individual y ya no desde el Mercosur como bloque.

En este sentido, Argentina es percibida como el principal obstáculo para asumir nuevos compromiso, así como también es señalada como la responsable del lento avance de la agenda de relacionamiento externo. Indudablemente, la proyección de los problemas locales que se traducen en la necesidad de intervenir fuertemente en los flujos de comercio para evitar un empeoramiento de la restricción externa, generó malestar en los socios que se vieron directamente afectados.

Es hora de un replanteo estratégico del bloque

Es cierto que el Mercosur sufre de anemias y exclusiones. Es verdad también que el avance de la región en los últimos años fue insuficiente en lo que hace a los ejes prioritarios como el relacionamiento, la libre circulación, la internalización de la normativa, el financiamiento y los incentivos. Y también es evidente que la dinámica internacional exige otros tiempos de reacción acordes a los nuevos paradigmas internacionales.

Sería una señal de madurez sincerar las verdaderas posibilidades del bloque para alinearse con las necesidades de los miembros y avanzar en ejes relevantes para el desarrollo de la región. Con miras al futuro, se debe implementar una integración productiva enfocada en la industria, con el fortalecimiento de políticas que estimulen la competitividad y haciendo hincapié en las negociaciones, con la finalidad de abrir las puertas de nuevos mercados a la producción regional.

Esta necesidad se vuelve clara si se analiza el comportamiento del comercio del bloque en la pasada década. Desde 2005 a 2013, las exportaciones en volúmenes tuvieron un avance de apenas 6,9%, dinamismo ampliamente superado por el de las compras externas, que más que se duplicaron en el mismo período. A su vez, las ventas externas del bloque se encuentran sumamente concentradas en los sectores primarios (agro, minería y combustibles) y la agroindustria, concentrando los mismos nada menos que 73% de las exportaciones. En cambio, la industria apenas representa un 22% de las colocaciones extra zona.

Otras líneas de acción deben apuntar a descomprimir las tensiones actuales permitiendo que los países tengan más libertad para avanzar de acuerdo a sus estrategias de desarrollo. El núcleo del consenso debe estar focalizado en apuntalar la competitividad de la producción local y regional, fortalecer las cadenas de valor y el financiamiento de las inversiones. En este marco, es prioridad definir proyectos regionales de desarrollo de infraestructura, determinado una estrategia de progreso en tres pilares: educación, tecnología e innovación.

En forma simultánea, es menester potenciar el diálogo con los otros países de Latinoamérica para lograr una posición común sobre la reglamentación de ejes centrales relativos al comercio, las inversiones, la propiedad intelectual y los servicios, temas que ya están en la agenda de los principales interlocutores (Estados Unidos, China).

El Mercosur no está en peligro, dado que se trata de una construcción política, institucional y administrativa que trasciende el mero plano comercial y responde desde su inicio a fuertes objetivos estratégicos. Pero es clave un replanteo de la integración regional, dado que la inserción en el mundo reclama una estructura productiva más diversificada y competitiva que debe reflejarse en la política externa, respondiendo a las demandas de desarrollo de la región.