Análisis

Argentina y China, los desequilibrios de una relación desigual

Mauricio Claverí Coordinador de Proyectos

Columna de opinión publicada en el diario Clarín el domingo 31 de mayo. En el acuerdo sellado con el país asiático entre mediados del año pasado y principios del actual, se advierten dos estrategias opuestas: por un lado, el objetivo de largo plazo de las autoridades de Beijing de asegurarse el aprovisionamiento de recursos naturales y consolidar su influencia en la región y, por el otro, la asfixia financiera de Argentina, que encuentra en su socio asiático una vía de escape para sortear el grave problema de escasez de divisas.

Las relaciones entre Argentina y China datan de mucho tiempo atrás. De hecho, uno de los primeros acuerdos se remonta a 1990 y desde entonces se han llevado a cabo diversos encuentros de seguimiento entre ambos países. A fines de 2004, esta sociedad adquirió especial relevancia a partir de la visita del Presidente Hu Jintao al país y la firma de un memorándum compuesto de catorce convenios referidos a diversos temas. Pero el verdadero interés de este convenio para el gobierno asiático era su reconocimiento como economía de mercado, a cambio, ofrecía promesas de inversiones por USD 20.000 millones y la duplicación de las exportaciones en cinco años.

Este memorandum quedó en la nada, ya que ninguna de las dos partes honró el compromiso. No obstante, diez años después vuelve a concertarse un acuerdo de amplio alcance con el ambicioso nombre de “Alianza Estratégica Integral”, que abarca un total de 33 acuerdos rubricados entre julio de 2014 y febrero de 2015.

En esta ocasión, los motivos son otros y se encuentran en la conjunción de dos estrategias opuestas: por un lado, el objetivo de largo plazo de las autoridades de Beijing de asegurarse el aprovisionamiento de recursos naturales y consolidar su influencia en la región y, por el otro, la asfixia financiera de la Argentina, que encuentra en su socio asiático una vía de escape para sortear el grave problema de escasez de divisas.

De esta manera, se concertó una alianza que será estratégica para Xi Jinping y de rendimientos efímeros para la Argentina. En ese acercamiento bilaterial, de todos los acuerdos firmados, el más significativo es el del swap de monedas entre los bancos centrales. Con este puente, los respectivos gobiernos podrán intercambiar préstamos por hasta un total de 70.000 millones de yuanes, equivalentes a USD 11.000 millones. Y ante el apremio del gobierno argentino, China liberó desde octubre USD 4.600 millones, un monto clave para consolidar el nivel de las reservas, tranquilizar el mercado cambiario y financiar parte del déficit comercial acumulado con el gobierno de Pekin.

Los acuerdos también determinan la llegada de financiamiento para avanzar en proyectos estratégicos para la Argentina como la construcción de una Central Nuclear CANDU, las represas Kirchner y Cepernic, la cooperación estratégica con YPF para sus iniciativas de exploración, la construcción de una nueva central nuclear de agua pesada y la reparación del Ferrocarril Belgrano Cargas.

Pero lógicamente, estos beneficios tienen sus contrapartidas. China obtiene una participación privilegiada en la ejecución de obras de infraestructura críticas y se asegura la demanda: gran parte de los capitales comprometidos llegará bajo la forma de insumos, piezas, equipos y tecnología, todos ellos de origen chino.

Por otro lado, si se aprueban las condiciones de financiamiento previstas, es posible la adjudicación directa de los proyectos, sin licitación competitiva, y facilitando además el acceso de mano de obra china. De esta manera, el gigante asiático alcanzaría un posicionamiento ventajoso en la explotación y comercialización de sectores estratégicos de la Argentina, como son la energía, los alimentos, la minería y la industria. Además, es muy poco preciso el requerimiento de contenido local en los proyectos, por lo que el grado de participación que tendrán las empresas locales y los trabajadores argentinos en la ejecución de las principales obras de infraestructura que iniciará el país y que podría representar una extraordinaria oportunidad de crecimiento, hoy sólo genera incertidumbre.

Al contrario de lo que se especifica públicamente, los acuerdos no contribuirían al equilibrio comercial. La Argentina pasó de un superávit de 1.800 millones de dólares en 2003 a un déficit de 6.300 millones en 2014. Las importaciones pautadas para la ejecución de los proyectos, más la reducción de las trabas a productos chinos como devolución de favores por el swap, contribuirán a potenciar ese desequilibrio. En tanto, la potencialidad de las exportaciones podría materializarse recién en el largo plazo como una promesa incierta.

Intercambio comercial ARGENTINA - CHINA (en millones de USD)


Pero además, es necesario tener presente otro factor alarmante. La mayor flexibilidad de comercio e inversiones con China profundizaría la sustitución de estos flujos con los socios tradicionales como Brasil. Y este impacto, sumado a la ya deprimida relación bilateral de los últimos años, no facilitará la recomposición de los vínculos estratégicos regionales.