Análisis

La alianza argentino-brasileña entró en una encrucijada

Mauricio Claverí Coordinador de Proyectos

Tras el caso Vale es posible que las “acciones” de la Argentina como destino de las inversiones brasileñas se hayan devaluado, perdiendo posicionamiento frente a otros países de la región, en particular frente a Chile, Perú, Colombia, Uruguay y Paraguay. No se puede descartar un enfriamiento de los vínculos bilaterales, al nivel de acuerdos de colaboración en diversas áreas, que confirmaría el final del concepto de “paciencia estratégica”.

A la luz de los acontecimientos recientes en torno a la minera brasileña Vale, no está demás realizar un replanteo de la relación bilateral Argentina-Brasil y su carácter estratégico. Puesta a prueba en numerosas oportunidades en los últimos años, la fortaleza de la relación ha sabido resistir los diversos frentes de tormenta que atravesó. De hecho, desde el 2003 a la fecha se han presentado distintos obstáculos en el terreno comercial, que fueron salvados gracias a la voluntad política y la vocación de integración.

En parte Brasil fue consciente de que había sido el socio más beneficiado por la integración y que las diferencias de escala, productividad y desarrollo industrial se habían incrementado con respecto a los socios. De esta manera, y unido a la estrategia de inserción mundial con base en una integración regional como eje, se fue gestando la doctrina de la “paciencia estratégica” que caracterizó al tratamiento dado por Brasil ante las sucesivas medidas que utilizaba la Argentina para frenar las importaciones.

En la última década un canal más vital de integración entre ambos países fueron las inversiones. La paulatina retirada de las inversiones originarias de países desarrollados fue en parte reemplazada por Brasil, que se convirtió en uno de los orígenes más destacados de la IED en la Argentina. Y en los últimos años se había tornado más relevante aún, dado que la incertidumbre en torno a la Argentina se había incrementado, deprimiendo los niveles de inversión productiva de otros orígenes.

Ante esta situación, el entorno en el que se produjo la retirada de la empresa Vale es relevante, y no puede descartarse un impacto en la relación bilateral, incluso más allá de lo relativo al proyecto. Este impacto dependerá además de qué caminos se elijan para ir salvando el episodio: las declaraciones subidas de tono y las acciones eventuales que la Argentina emprenda contra la empresa pueden contribuir a deteriorar aún más el vínculo entre ambos países.

Uno de los efectos posibles es que las “acciones” de la Argentina como destino de las inversiones brasileñas se hayan devaluado, perdiendo posicionamiento frente a otros países de la región, en particular frente a Chile, Perú, Colombia, Uruguay y Paraguay. Esta dinámica posible no es una buena noticia considerando que las inversiones productivas no abundan actualmente, y no sorprendería que otras empresas puedan seguir el camino de Vale.

Por otra parte, como hoy el escenario comercial es menos incierto que en años anteriores, dado que las empresas brasileñas saben que las restricciones a las importaciones van a continuar, no sería dable esperar represalias en este campo. Pero no se puede descartar un enfriamiento de los vínculos bilaterales, al nivel de acuerdos de colaboración en diversas áreas, que confirmaría el final del concepto de “paciencia estratégica”.

En términos de futuro, no se cuestiona que el vínculo histórico y estratégico que conecta a ambos países permitirá finalmente superar estas contingencias. La Argentina y Brasil son aliados y socios naturales en la región y en su inserción mundial, y esta visión seguramente no se modificará, aunque las tareas pendientes tendrán que seguir esperando un momento más oportuno. Por lo pronto, desde ambos lados de la frontera se aguarda la realización de la postergada cumbre Dilma-Cristina, para ver si es posible que, una vez más, la política permita distender las tensiones entre los países.